Ésa es la pregunta más votada de todas las enviadas por el público a la página web de la oficina del entonces, y hasta ayer, Presidente electo de los EEUU, Barak Obama.
El pasado 11 de enero de 2009, esa misma pregunta le era formulada directamente a Obama en el programa televisivo de la ABC “This week” (ver video).
Obama respondió con una tibieza decepcionante: “Aún estamos evaluando cómo vamos a abordar todo el tema de los interrogatorios, detenciones y demás. Y obviamente miraremos a lo que se ha hecho y no pienso que nadie esté por encima de la ley. Al mismo tiempo, tengo la convicción de que necesitamos mirar hacia delante, más que mirar hacia atrás. Parte de mi trabajo es asegurarme por ejemplo de que en la CIA, donde hay gente con un talento extraordinario trabajando muy duro para preservar la seguridad de los americanos, no se sientan de repente como si tuvieran que pasar su tiempo mirando por encima de sus hombros y contratar un abogado.”
El presentador insiste: “¿Descarta iniciar un procedimiento criminal?”. El entonces Presidente electo parece insinuar que esa decisión correspondería al Fiscal General. “En relación con mi Fiscal General pienso que él es el abogado del pueblo. Eric Holder ha sido nombrado”, dijo Obama. “Su trabajo es hacer respetar la Constitución y velar por los intereses del pueblo americano, no ser influido por mi política de a diario. En última instancia tendrá que tomar algunas decisiones. Pero creo que cuando se habla de seguridad nacional en lo que nos tenemos que concentrar es en poner las cosas en orden en el futuro, en oposición a mirar a lo que se hizo mal en el pasado”.
Mucho, mucho más convincente deberá ser el nuevo Presidente de EEUU para explicar, y convencer, de que la Constitución se puede hacer respetar y de que nadie está por encima de la ley, sin investigar y procesar a quien la viola.
Se percibe un aroma inconfundible, evocador: una variante de la empalagosa fragancia del eterno dilema entre justicia y paz. Las promesas de una incómoda coexistencia social, agitada bajo la luz de la verdad, no es algo que sobrecoja sólo a la recientísima administración de Obama. Al fin y al cabo el asiento del Despacho Oval aún está caliente y otras democracias menos consolidadas, como la española, se ven incapaces de airear armarios mucho más fríos.
Como recordaba Paul Krugman (Nobel de Economía, 2008) en su columna del International Herald Tribune, Obama juró “preservar, proteger y defender la Constitución de los EEUU”. Ése no es un juramento condicional. La decisión de aplicar la ley no es una decisión que Obama, ni muchos otros presidentes del mundo en parecidas tesituras, tengan el derecho de hacer.
En su discurso inaugural como 44º Presidente de los EEUU Obama afirmó: “En cuanto a nuestra defensa común, rechazamos como falsa la opción entre nuestra seguridad y nuestros ideales. Nuestros Padres Fundadores, que afrontaron peligros que poco podemos imaginar, diseñaron un capítulo para asegurar el gobierno de la ley y de los derechos del hombre, un capítulo extendido por la sangre de generaciones. Esos ideales aún iluminan el mundo, y no renunciaremos a ellos por el bien de la conveniencia”.
Pero cuidado, caminante. Si a pesar de los pesares, optaras, como tantos otros hicieron antes, por el camino sin verdad, has de saber que este sendero sólo es fácil en los primeros pasos. Pronto el caminante ya no puede erguir la cabeza y otear alrededor, ni mirar a los ojos de quien con él se cruza. Tal es la desgracia de las sociedades sin valores vibrantes. Y el caminante se confunde ante nuevas encrucijadas que nunca imaginó. Y el caminante se pierde y su gente sufre. Tal es la desgracia de las sociedades que ignoran su estrella polar.